Friday, April 20, 2012

Knights in The Night @ FIX University Satellite Campus


Love in all its forms was, and remains, the touchstone of Paul McCartney's ...
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Sir Paul McCartney is one of the best-known musicians on the planet, ...
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Paul McCartney receives a Lifetime Achievement Award in 1990
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Stella McCartney Courtesy of Stella McCartney
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Just ask former Beatle Paul McCartney. Deep thoughts abounded on 'Late Night ...
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Tom McCartney is out as president at Tropicana Las Vegas, a source close to ...
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Below are two descendents of WWI – Peter Knight and Stefan Langheinrich ...
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Cameron looked so gorgeous in a mini jupe of Stella McCartney, ...
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Simmonds, Idowu, gymnast Louis Smith and Ennis pose with McCartney in the ...
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Jesse McCartney performed on the Today Show earlier today, and he totally ...
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Paul McCartney ROCKER Paul McCartney helped Jack White get over his nerves ...
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Paul McCartney rocks President Obama at the White House
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Por: JAIME LOZANO RIVERA*

Es el escritor más controversial de toda la historia de la literatura
colombiana. Presumiblemente también el más prolífico (su bibliografía sobrepasa
los 100 títulos). Escribió narraciones, novelas, obras de teatro, notas de
historia, conferencias, artículos y ensayos políticos. Su género favorito fue el
panfleto para atacar el expansionismo estadounidense, las dictaduras
latinoamericanas, los gobiernos conservadores y el fanatismo religioso. Articuló
una crítica radical a las premisas fundamentales del cristianismo. Su escrito
“Las Aves Negras” contra los jesuitas le costó la excomunión. Sostenía que los
partidos políticos y la religión habían obligado a sacrificarse al pueblo, del
cual predicaba: “Toda su vida ha sido pequeñez, chatura, estrechez, necesidad y
sin embargo, el cura y el gamonal le hablan de sacrificio”; por esa razón
decidió convertirse en su voz. Su técnica novelística fue muy criticada por no
ajustarse a los cánones literarios: iniciaba indistintamente con letra mayúscula
o minúscula, inventaba palabras, empleaba frases tomadas de otros idiomas, hacía
cortes abruptos del texto con puntos suspensivos, líneas o asteriscos; lo que
podría interpretarse como una rebeldía contra las normas impuestas por los
académicos. Prevalido de su vasta cultura, era un hombre vanidoso, ególatra y
presumido, se llamaba a sí mismo “El Divino”. Cuando fue nombrado Ministro
plenipotenciario de Ecuador en Roma (1898), se negó a arrodillarse ante el Papa
León XIII y expresó “no doblo la rodilla ante ningún mortal”. Sus detractores no
mencionaban siquiera su nombre, se referían al satánico, el pernicioso, el
degenerado, el disolvente, el pornográfico, el misógino, el lenguaraz
despreciable, el desnaturalizado, el luciferino mendaz, el enemigo de la paz, el
orden y la autoridad. Prueba inequívoca de ese encono es la obra “Novelistas
buenos y malos”, publicada en 1911, en la cual el padre jesuita Pablo Ladrón de
Guevara consignó: “Sentimos verdaderamente que sea de esta cristiana república
este señor, de quien nos vemos precisados a decir que es un impío furibundo,
desbocado blasfemo, desvergonzado calumniador, escritor deshonesto, clerófogo,
hipócrita, pertinazmente empeñado en que le compren por recto, sincero y amante
de la verdad, egoísta con pretensiones de filántropo y finalmente, pedante,
estrafalario hasta la locura, alardeando de políglota con impertinentes citas de
lenguas extranjeras; inventor de palabras estrambóticas y, en algunas de sus
obras, de una puntuación y ortografía en parte propia de perezosos e
ignorantes…”. El historiador de la literatura colombiana Antonio Curcio Altamar
no se queda atrás, lo acusa de ser detractor del matrimonio, la procreación, el
amor y la virginidad; es el ser más opuesto al espíritu y la moral cristiana.
Los curas sermoneaban desde los púlpitos ofreciendo las flamas eternas del
infierno al apóstata que leyera sus novelas. No obstante, su popularidad como
escritor era inmensa, su obra se editaba y se vendía de manera profusa no solo
en Colombia sino en todo el continente americano y en España. Alimentaba la
imagen de escritor maldito que contribuía a su éxito comercial. Es quizá el
primer autor de “betsellers” en español. Sus novelas circulaban en ediciones
baratas y precarias en las tabernas, en los corredores de las universidades, en
las herrerías, en las oficinas de comercio, en los talleres de sastrería, entre
los empleados de los servicios públicos y ferroviarios, en las penitenciarías,
en la clientela de los salones de belleza y en las carnicerías. Libros suyos se
han encontrado en cafetines de Guanajuato, en los casilleros de los estibadores
del puerto de Buenos Aires, en las pescaderías de Valparaíso, en la cartera de
una empleada de correo de Montevideo, en los clubes de adolescentes en Santiago
de Chile, en una peluquería del Cuzco, en una librería de textos viejos de la
Habana, en una “fazenda” brasilera y entre bultos de papa de los bebedores de
aguardiente en el eje cafetero. Se tiene conocimiento que los revolucionarios
mexicanos Emiliano Zapata y Pancho Villa cargaban sus libros en las
faltriqueras, junto con las provisiones y los cartuchos. Lo leyeron Juan Domingo
Perón, Laureano Gómez y Jorge Eliecer Gaitán, caudillos que adoptaban muchas de
sus frases lapidarias y de sus filípicas para encender el verbo. José María de
la Concepción Apolinar Vargas Vila Bonilla nació en Bogotá (algunos aseguran que
en Piedras, Tolima) el 23 de julio de 1860 y murió en Barcelona el 23 de mayo de
1933. Gran parte de su vida la pasó en el exilio. Muy temprano participó en
luchas políticas como periodista, agitador y orador. Tenía 16 años cuando se
enlistó en las fuerzas liberales del general Santos Acosta. En 1884, actuó como
secretario del general radical Daniel Hernández, durante el alzamiento que éste
dirigió contra el presidente Rafael Núñez. En ese entonces, Colombia era una
República Federal constituida por Estados soberanos. El levantamiento del
general Hernández, se inició en el Estado Soberano de Santander y muy pronto se
extendió a toda la Nación. En 1885 los sublevados vencieron a las tropas del
gobierno en la batalla de la Humareda, pero sus pérdidas fueron tan grandes que
les resultó imposible continuar las operaciones. El propio jefe de la rebelión
murió en ese cruento episodio. Su secretario Vargas Vila huyó a los Llanos del
Casanare. Allí escribió “Pinceladas sobre la última revolución de Colombia;
siluetas bélicas”. Con este libro nació el Vargas Vila demoledor, iconoclasta y
panfletario. En él trazó retratos grotescos de los más grandes jefes políticos
de “La Regeneración” (Movimiento liderado por el Presidente de Colombia Rafael
Núñez quien aspiraba a unificar el país luego de crudas guerras civiles). Las
frases de Núñez las calificó como el vano resultado de “las deyecciones
mentales”. Al escritor y expresidente conservador Miguel Antonio Caro, uno de
los artífices del proyecto de la Regeneración y defensor a ultranza de la
religión católica (a instancias de él, Colombia firmó el Concordato con el
Vaticano), le dedicó en el libro “Los Parias” la siguiente diatriba: “gramático
pedante nulo, ebrio de latín… con su impudicia de mono coronado de adverbios,
pulga Nabucodonosor del diccionario, roedor escolástico, cerdo épico de la
literatura, evangelista del clasicismo arcaico, merodac de las catedrales
góticas del ultramontanismo medioeval, fanático del absolutismo…”. En 1903
cuestionó airadamente la venta del Istmo de Panamá durante el mandato del
Presidente conservador José Manuel Marroquín Ricaurte y el cinismo de éste al
responder: “¿y qué más quieren? Me entregan una República y yo les entrego
dos”. Vargas Vila lo calificó de tirano, desfachatado, canalla y traidor. Las
represalias no se hicieron esperar: se puso precio a su cabeza, lo que lo llevó
a afirmar: “las fieras humanas que me persiguen husmean mis huellas”. Dentro de
la producción literaria de Vargas Vila cabe destacar: “Aura o de las Violetas”,
“Flor de Fango”, “La Trilogía Lirio Blanco”, “Lirio Rojo y Lirio Negro”, “Los
Parias”, “Ibis”, “Emma”, “Las Rosas de la Tarde”, “Lo Irreparable”, “María
Magdalena”, “La Muerte del Cóndor”, “Los Providenciales”, “Los Divinos y los
Humanos”, “Ante los Bárbaros”, “Salomé”, “Los Césares de la Decadencia”, “El
Huerto del Silencio”, “El Minotauro”, “Copos de Espuma”, “Yo Rebelde, Yo Hereje,
Yo Vargas Vila”. Así mismo escribió el opúsculo intitulado Epitafio: “Cuando yo
muera, poned mi cuerpo desnudo, como a la tierra vino; en una caja de madera de
pino; sin barniz, sin forros, sin adornos vanos de necia ostentación; poned mi
pluma entre mis manos; y el retrato de mi madre sobre mi corazón; y como
epitafio, gravad únicamente esto: “Vargas Vila”. A pesar de su deseo expreso de
no regresar a “la irredimible Colombia”, como llamaba a su patria, un grupo de
intelectuales, contrariando su voluntad, trajo de una tumba catalana sus restos
a Bogotá en 1981. De su voluminosa creación narrativa, por lo reducido del
espacio tan solo comentaremos dos de sus principales obras: Ibis y María
Magdalena. Necesario es advertir que cuando Vargas Vila publica la novela Ibis
en 1899, la concepción de “femme fatale” (mujer irresistible que valiéndose de
sus atributos físicos y de su astucia conduce inevitablemente a los hombres
hacia el peligro), ya había sido determinada y formaba parte de un imaginario
social. En esta novela “El Divino”, haciendo gala de su enorme erudición se
encarga de desarrollar y afirmar el concepto de mujer fatal. La primera parte de
Ibis, comienza con una carta enviada por el Maestro a su discípulo Teodoro. La
misiva contiene la tesis central de la novela: “Teme al amor como a la muerte /
él es la muerte misma / por él nacemos y por él morimos / seamos fuertes para
vivir sin él / él es la maldición /”. Para darle validez a la tesis enunciada,
el narrador hace un recorrido mítico-histórico a través de personajes femeninos
emparentados con la destrucción y/o muerte: Eva-seducción, Magdalena-tentación,
Dalila-destrucción, Judith-mutilación. Los adjetivos con los que caracteriza
cada una de ellas, refuerza la idea de peligrosidad de las mujeres. La lógica
del texto descansa en las siguientes proposiciones: el amor es muerte, el amor
es mujer, por lo tanto, la mujer es amor y muerte; es la conjunción entre Eros y
Tánatos. Así, Vargas Vila erotiza a las mujeres bíblicas, cuestionando los
sacrosantos principios de una sociedad conservadora como la colombiana.
Recuérdese que el Concordato con la Santa Sede de 1887, confería al catolicismo
un estatuto jurídico y económico privilegiado, además de hacerlo religión
oficial. Ante la presencia de tales féminas, recomienda el escritor, no queda
más remedio que disfrutar de su compañía sin caer en el amor: “Ama el placer. No
ames el amor. Ama a la mujer, diosa de la carne. Ama por su carne solamente”. La
segunda parte de la obra, nos muestra a Teodoro, joven brillante e inteligente,
quien a pesar de creerse inmune al amor, se encuentra turbado por el recuerdo de
una novicia (Adela), la cual conoció el día de la muerte de su madre.
Posteriormente, enamorado de ella, la rapta y la seduce. Esta huérfana que vive
en un convento y ha pasado por una infancia enclaustrada y una niñez sin afecto,
encaja en el perfil de la mujer virginal, dulce e inocente, que además está
emparentada con la imagen de la virgen María, imagen cristiana de la mujer.
Como ya se anotó, el primer encuentro entre Teodoro y Adela se produce junto al
lecho de la madre moribunda del joven poeta. Adela como mujer piadosa, cierra
los ojos a la difunta mientras copiosas lágrimas corren por sus ojos. La imagen
de la novicia vestida de blanco, de lánguido y delgado cuerpo da paso a otra: la
imagen de Ibis, ave semejante a la cigüeña, de plumaje blanco, sagrado para
algunas culturas (egipcia) e impura para la biblia, es decir, encarna lo sagrado
y lo profano. A partir de la representación del ave zancuda, la imagen de Adela
deviene en una significación de elevación espiritual y símbolo de pureza:
“blanca aparición, inmenso lirio, mano tenue y alba, pájaro sagrado, belleza
ideal, virgen romántica…”. Un recurso que caracteriza la escritura de Vargas
Vila es la mutación de los personajes mediante radicales procesos que son
denominados por los expertos como “imágenes de inversión”. Se pasa
paulatinamente de una atribución positiva a otra negativa en un mismo sujeto.
Así por ejemplo, la imagen de Adela empieza a transformarse gradualmente
mediante dos elementos: su despertar a la sexualidad y una fiebre puerperal que
casi la lleva a la muerte. Gracias al primer elemento, su cabellera antes
trenzada, símbolo de su sexualidad reprimida, aparece suelta y alborotada, su
cuerpo antes delgado, toma “redondeces amplias que embecellen las curvas de su
cuerpo” tornándolo en provocativo; de mujer asexuada y pura pasa a mujer de
“contextura voluptuosa y morbosa”. A partir del segundo elemento, Adela que
renace al vencer la muerte, se transforma en una mujer endurecida. Esta Adela
posee la belleza fría y quemante del hielo que en palabras del narrador es “la
mujer hecha para sembrar turbación y el deseo, para inspirar el amor sin
sentirlo en su pecho de hielo, es la mujer infame, adultera, es el triunfo del
vicio y la depravación sobre la virtud”. Desde ese momento Adela se ha
convertido en una verdadera “femme fatale” y en consecuencia destruirá a Teodoro
mediante recurrentes adulterios, hasta el extremo de engañarlo con Rodolfo,
hermano de su marido. Igualmente Teodoro sufre una metamorfosis: de seductor
pasa a seducido, cambia su racionalidad en locura y su fortaleza en debilidad.
Finalmente, cuando Teodoro descubre la nueva naturaleza de Adela y comprueba su
infidelidad, al encontrarla en los brazos de Rodolfo, recuerda la carta enviada
por el Maestro: “mátala, habrás recobrado la dignidad de tu vida / mátate y te
habrás redimido con la dignidad de su muerte / mátala o mátate”. El amor que
siente por ella le impide agotar la primera alternativa, entonces la expulsa de
su casa con la plena conciencia de no poder vivir sin ella y luego se suicida.
Esta visión apocalíptica de las relaciones amorosas, explica porqué Ibis fue
denominada “la biblia del suicidio” por la racha de muertes que provocó después
de su publicación. Entretanto, en María Magdalena, editada en 1917, Vargas Vila
ofrece una versión revisionista de la vida de Jesucristo, según la cual su
muerte no fue más que la consecuencia bastante mundana de los celos de Judas de
Kerioth, cuyo tórrido y carnal romance con María Magdalena había sido
interrumpido por Jesús de Nazareth. Este triángulo amoroso, tiene la
particularidad de mostrar a Jesús con inocultable apariencia humana, demasiado
humano para su condición de profeta. La novela presenta unas escenas en las que
Jesucristo se excita sexualmente en presencia de María Magdalena. Una noche
mientras oraba, se aparece “casualmente” María Magdalena y no solo le confiesa
la naturaleza de su amor por él, sino que “se encarniza en besos asesinos / y
sus abrazos que se agitan / con gestos convulsos de alas de un buitre que devora
a un cordero… y devorado fue por el pecado el cordero de Dios, que había venido
a redimir los pecados del mundo”. Por su parte, Judas se hace apóstol, no por
convicción o por conversión, sino de manera oportunista para así poder servir de
espía de Poncio Pilatos y para poder destruir a su rival amoroso. Vargas Vila
presenta la muerte de Cristo, episodio fundacional de la cultura de occidente,
no como un evento mesiánico, sino como un vulgar lío de faldas. La provocación
vargasviliana gana intensidad cuando ya al final del relato aparece un “bello
efebo” adolescente de Zebadía y se sugiere que éste había sido el amante de
Jesucristo antes de María Magdalena. Al final de la novela Cristo es
crucificado, rehusando la salvación que irónicamente le ofrece Judas,
consistente en “una bolsa repleta de oro” para que abandonase Galilea y con ella
a María Magdalena. “vade retro, vade retro… tú no tentarás al hijo de Dios”.
Judas se suicida pero no por remordimiento sino por despecho hacia la cortesana
de Magdala. Ella personifica la mujer fatal, destructiva y carente de
sentimientos. Es la mujer que practica el amor efímero, terreno y carnal, cuya
frivolidad no le permite hacer “duelo”, consternarse con la muerte de los
hombres que amó. Es la femme fatale sin sentimientos, ávida de placeres, voraz
devoradora de hombres, sublimación dramática de “la mantis religiosa”. Casi de
manera instantánea olvida a sus dos amantes, en los brazos de un joven centurión
desconocido que pasa por allí. “…enlazados por el talle, entraron en el bosque…
se alejaron lentamente y en la penumbra densa, no se vio ya sino la cabellera de
Magdalena, que, extasiada, miraba al cielo, y, al rostro de su nuevo amor…bien
pronto, no se oyó en la soledad, sino el ruido de un beso y otro beso y otro
beso… ¡Alma de mujer!, ¡Viva la vida!, ¡Viva el amor!”. Ya nos podemos imaginar
el impacto que generó en ese entonces la descripción tan terrenal, tan humana y
tan corriente del hijo de Dios, peleándose por el amor de una meretriz, en un
país como el nuestro en el que casi un siglo después se rinde culto y veneración
a un relicario con una muestra sanguínea de un beato. Como corolario se puede
decir que cualquier estudio de la literatura hispanoamericana está en incompleto
sin una referencia necesaria a ese fenómeno literario sin precedentes llamado
Vargas Vila.

*Abogado Universidad Santiago de Cali

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